viernes, 6 de marzo de 2009

El recuerdo de la felicidad. Diario de un adiós

Han pasado diez días. Diez días después de un miércoles raro e intenso para mí. Diez días con un hueco vacío. Diez días recordando algo (a alguien). Diez días desde esa primera experiencia que nunca quieres tener. Diez días han pasado...

La historia comienza así, en un frío día de invierno:

Abla (Almería); Miércoles, 25 de febrero de 2009.

06:30 h. Suena el despertador; en adelante me esperaba mi último día de clase con 17 años: un examen de historia (de ahí mi madrugón), una serie de actividades, una tarde de fútbol con los amigos, un "acueducto", mi cumpleaños,... ¿Qué podía salir mal?

Sin yo poder imaginarlo, muy cerca de mí, una luz se apagaba poco a poco.

06:45 h. Camino al cuarto de baño para despejarme y comenzar con mi repaso de historia, me encuentro a mi madre casi al final de las escaleras. "¿Qué hace despierta tan temprano? No es normal" -pensé para mí-. La misma pregunta me dirigió ella en un tono un poco alterado, lo que también me extrañó. En fin, seguí a lo mío.

07:00 h. Sobre la mesa se encontraba mi desayuno matutino y los apuntes de la II República; tenía casi una hora por delante para repasar lo que me ayudaría a superar mi segundo examen de historia e intentar remontar aquel 5,5.

08:05 h. Bajo las escaleras, entro al bar: "Buenas!!" -saludé como cada mañana-, cogí la monedita y "Me voy papá!!". Lo de siempre vamos. Y camino al bus.

08:25 h. Llego al instituto. Allí, litros y litros de batidos preparados, kilos de tomate, jamón y pan, los músicos ultimando el himno, los más enanos locos perdíos,... eso significa día de Andalucía a la vista.

08:30 h. Primera clase: matemáticas. Como siempre, entretenida e interesante.

09:30 h. Segunda clase: dibujo técnico. Un rato de diédrico para el cuerpo.

10:30 h. Tercera clase: física. Dos en la clase, pues estudiamos historia y hablamos un poco.

Mientras, a 8 kilómetros de distancia, aquella luz da sus últimos rayos. En cuestión de minutos se apagará... para siempre.

11:30 h. Llega el himno, los bocatas y la cuenta atrás para el examen. La puerta principal del I.E.S. Sierra Nevada está abarrotada de alumnos, profesores, padres y madres. Unos disfrutan con la izada de las banderas, otros muestran actitud pasota, otros están sumidos en nervios, otros ya se han ido...

12:00 h. (a una hora del examen). Comienzan las actividades; voy en busca de las llaves para abrir el gimnasio y seguir con el torneo de ping-pong. Como tenía prisa, quise jugar rápido para irme a seguir repasando. Los nervios me estaban haciendo olvidar cosas. En el partido, no mostré mucho interés, así me fue: sucumbí 7-11.

12:34 h. (a ventiséis minutos del examen). Estaba en clase repasando cuando recibo una llamada de mi hermano: "¿Has hecho ya el examen?" -me dijo de manera directa-. "No... aún no... es a la una" -respondí un poco extrañado por la llamada-. Así que le pregunté que si quería algo. Su respuesta terminó de desencajarme: "No, no, si es que me he equivocado". De alguna u otra manera, no me sonaron creíbles esas palabras. Terminamos de hablar y volví al aula.

12:50 h. (un suspiro para el examen). Alfonso estaba al caer; en cualquier momento cruzaría esa puerta cargado de exámenes. Comencé a sentirme un poco mal, estaba ardiendo y hecho un manojo de nervios, así que bajé al baño a refrescarme. Cuando salía, ví que Alfonso ya iba para arriba. "Vamos allá".

13:00 h. (examen sobre la mesa). Todos sentados y dispuestos a hacer frente a tres cosas: Constitución de 1931, reformas agrarias y laborales y un comentario en el que, o hablabas del Frente Popular, o por tu bien atina con las otras dos. Teníamos hora y media.

Durante la prueba, me liberé un poco de nervios mientras respondía con confianza las preguntas.

14:20 h. Acabé el examen, cogí mis cosas y me fui camino del bus (salía en 10 minutos). Iba algo contento, imaginé que tendría buena nota (me llevé un 8,5). Pero mi cara cambio en cuanto pisé el edificio antiguo. A lo lejos del pasillo se encontraba mi hermano hablando con algún que otro profesor que tuvo. "¡¿Pero que haces tú aquí?!" -fue mi saludo-. Pensé que, un miércoles normal, a las dos y media de la tarde, ¡tenía que estar trabajando! Pero aquel día tenía una razón para estar allí, y fue cuando me lo dijo: "¿No lo sabes aún? Papajuán -mi abuelo materno-... ha... (ya sabéis como termina)". Mi reacción fue de sorpresa, no me lo creía, o no me lo quería creer, quizá las dos. Me senté un poco para intentar asumirlo, pero nada, estaba bloqueado.

14:45 h. Llegamos a casa mi padre, mi hermano y yo. Estaba totalmente vacía, como pocas veces lo había estado. Ellos comieron algo, pero a mí no me entraba ni un bocado.

15:00 h. Fuimos al velatorio. Era mi primera visita a ese lugar tan triste y desolador, y sería la primera vez que mis ojos contemplarían un cuerpo inerte, apagado, dormido... sin vida. Desgraciadamente, no será la última. Como persona humana, sé y comprendo el curso de la naturaleza, pero no quiero ni pensar cual será esa fecha tan inesperada de regresar a ese lugar. Pero... hay que seguir adelante.

Allí había bastantes familiares. La pena se podía palpar en el ambiente -es normal-. Abracé a mi madre que, como siempre, quería hacerme ver que ella estaba bien y era yo quien podía estar mal (ella siempre está ahí). Pero no mamá, aquel día no. Ese miércoles quien necesitaba a los demás eras tú (y siempres nos tendrás). Entonces fui a ver a mi abuela (su mujer) que estaba en la otra parte del recinto. Me dirigí cabizbajo porque en cuanto alzase la mirada podría ver el cuerpo de mi abuelo tras el cristal. Yo no sabía como iba a reaccionar: podría arrancar a llorar, desvanecerme de la impresión,... Pero nada, apenas tuve reacción; seguía bloqueado. Las palabras que mi abuela me susurró cuando me incliné a ella no serán fáciles de olvidar: "Ya no te llamará más...". Y es verdad, ya no nos llamará más...

15:45 h. Salí de allí, ese ambiente me hacía sentir mal. Durante toda la tarde, permanecí sentado en las escaleras laterales mirando el paisaje, sin pensar demasiado y escuchando a la gente llegar. A veces me acompañaba mi hermano, a veces estaba solo y a veces en grupo. Pero siempre ausente.

18:00 h. No tenía muchas ganas de nada, pero mi cuerpo llevaba horas sin probar bocado, así que nos acercamos, mi padre y yo, a un bar cercano a comer algo. A la vuelta, volví a entrar al velatorio para sentarme en una esquinita.

20:30 h. Mi hermano también quiso despejarse tomando algo, así que bajó al bar; unas amigas y yo le acompañamos. Comencé a sentirme cansado: llevaba despiero desde las seis y media de la mañana y prácticamente unas 11 horas sentado. Las sillas del bar termiaron de destrozarme. Pedí a mi hermano que me acompañara a casa.

21:45 h. Una vez allí, me tumbé en el sofá a descansar. De camino venía mi hermana, que llegó prácticamente cuando mi hermano salía. Me preguntó que si iba a bajar otra vez, pero mi cuerpo no aguantaría más aquello. Me quedé dormido en el sofá.

A la hora volvieron y todos nos fuimos a dormir. "Mañana será otro día".


Jueves, 26 de febrero de 2009

Segundo día. A lo largo de la mañana, fuimos amaneciendo todos los que en esa noche dormimos, por primera vez, lejos de él. En pocas horas (a las cuatro), se procedería a dar el último adiós, seguido del traslado del cuerpo para su descanso eterno.

12:00 h. (cuatro horas para la misa). Todos estábamos listos para volver al tanatorio. Allí seguían mis padres, mi abuela y algunos tíos y tías, que habían estado durante toda la noche al lado de él.

Pasamos la mañana allí, ultimando los detalles de la misa: lecturas, estandartes, flores,... Y una hora antes de la ceremonia, volvimos a casa.

15:35 h. (a veinticinco minutos de la misa). Nos dirigimos a la Iglesia para cada uno tomar su lugar en la ceremonia. El final se acercaba.

16:00 h. (comenzaba la misa). A pesar del frío, la hora y la fecha, la puerta de la Iglesia de Abla estaba a rebosar. Sus más allegados se dirigían al interior entre lágrimas mientras hijos y nietos trasladaban el féretro. Por delante y con paso lento y triste, desfilaban dos coronas de flores, un ramo, los cuatro estandartes y, por último, la bandera -que recayó en mis manos-. En el interior, pocos asientos estaban vacíos.

Él siempre le decía a mi padre que no quería un entierro de tercera, que quería uno de primera. Y así fue. Ese deseo se te ha cumplido.

La misa se desarrolló con normalidad. Durante las lecturas, las lágrimas eran visibles, pero no lograron interrumpirlas. Pero todavía quedaba lo peor -para mí-...

16:45 h. (momento del pésame). Al lado de féretro se colocaron dos de mis tíos y mi padre. En frente, en su asiento, estaba mi madre y mi abuela, entre otros. Yo me encontraba en la segunda fila, viendo como justo delante la gente pasaba y pasaba mostrando sus condolencias a la familia. Aún así, seguía en ese estado de bloqueo, pero ya poco me quedaría. Faltaban unas pocas personas por pasar; cuando una de ellas se abrazó efusivamente con mi madre. Se sumieron en lágrimas de dolor. En ese momento, fue cuando el bloqueo se marchó. Mi cuerpo pasó de un estado frío y apartado a uno más sensible y desconsolado: rompí a llorar. Lloré en unos minutos todos los que no había llorado en toda mi vida. Como no quise que la gente se percatara de ello, me puse las gafas de sol tan rápido como reaccioné, pero mi madre ya estaba abrazada a mí. "No llores, tranquilo" -me dijo intentando consolarme-, pero yo seguía y seguía. Bajo el negro de las gafas, se encontraban los llantos de un joven que nunca más volvería a ver a su abuelo.

Salí de allí.

17:00 h. Momentos después, nos dirgimos al cementerio para darle sepultura. El agujero poco a poco se iba cerrando, cada vez más, antes nuestras miradas.

Fue la última fase, la última etapa de la despedida. Fue... el adiós definitivo.

Hoy, diez días después, la vida sigue, pero no igual. Aún así, siempre nos quedarán los mejores momentos. Siempre nos quedará... el recuerdo de la felicidad.




D.E.P.



7 comentarios:

  1. DIOss k buena historia de tu vida!! pero bueno la vida pasa y ay k estar bien y para algo te sirven los amigos no k siempre taran ay como YOOO ajja enga wapisismo muxos besitosss


    INMA (MACUS)

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  2. Grandioso David enserio tio, eres muy grande ;)

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  3. me has hexo llorar, kizá porque yo pasé lo mismo ke tú en la navidad de 2005 y todavía no lo he superao. no he superao lo de ir a velatorios, a funerales, a entierros, pero ya pasará... no te agobies!
    ya sabes ke lo siento muxo y ke me tienes akí para lo ke kieras (y esto no es una proposición indecente, jeje).
    Un Besazo wapooo!!

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  4. Lo siento mucho @Cofi, por lo menos te has quedado con la mejor lección que da el adiós de un ser querido, debes ser feliz y luchar por serlo. ¡Salud!

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  5. sabes a pesar de que me duele un monton leer esto, porque queria mucho a ese ser y le hice prometer que esperaria a que volviese a trabajar,te agradezco mucho que lo escribas porque me hubiese gustado estar ahi con vosotros, y darle el adios que se merecía. haces muy bien expresándolo, quedate con los buenos momentos y aprende de los malos. un besazo mi niño

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  6. Hola nene. Un relato muy autentico. Como tu dices asi es la naturaleza. Siento mucho no poder haber estado es esos momentos alli por ninguno de vosotros. Cuidate mucho y cuida de mamanica que lo va a necesitar particularmente en los proximos meses.
    Hasta pronto.

    xxxxx

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  7. Hola primo;

    Cuando lo estaba leyendo se me iba nublando los ojos, pero fue una despedida muy triste, pero él estaría contento al vernos todos echos una piña como una familia.
    En la Misa el cura quería quitarle 1 año, pero son 93 añitos MANCAJE (Ojala lleguemos nosotros ..)
    Ya nos queda solo el recuerdo de sus historias que a mi me encantaba.., pero es la vida.

    un besazo grande.

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